El concurso sería en dos semanas y todos participarían. Así que compré tres lienzos, pintura de oleo y pinceles. Era la primera vez que pintábamos en oleo…
En uno de ellos dibujé lo que mis hijos llamaban un hombre, y representaban a su papá. Ellos ya se encargaron de pintarlo de sus colores favoritos.
Tomé el mío y dibujé un tráiler, me arriesgué a mezclar colores y lograr que la caja del tráiler fuera una explosión multicolor.
Pero faltaba el dibujo de él. Pasaban los días y el lienzo seguía en blanco.
El día de la fecha límite, puse los tres lienzos sobre la mesa y me preparaba para ir por pinturas. Ya me preparaba con la idea de que tendría que hacerle su trabajo.
Para cuando regreso, veo a mi niña sentada viendo los tres lienzos y me dice…
“ Mira mami, este es el mío, es un señor como mi papá que va a trabajar”.
“Este es el de mi mamá que le gustan mucho los tráiler y también le gustan mucho los colores”.
“ Y este es el de mi papá, puede ser, un avión, o una flor, o talvez una estrella, o muchas cosas.”
La sabiduría, la magia y la ilusión la tienen los más pequeños.
Esto no solo me hizo darme cuenta que era un arte para ella, sino que la vida es así, va más allá de una representación gráfica, de un post en redes sociales, de una fotografía. La vida no es solo lo que hacemos, es lo que podemos llegar a hacer.
No hay límites en la mente de un niño, tampoco debería de haber en la de un adulto.